La biblia. Su suficiencia y supremacía

Sabemos de algunas personas que querrían persuadirnos con vehemencia de que las cosas están tan completamente cambiadas desde que la Biblia fue escrita, que sería necesaria para nosotros otra guía distinta de la que nos proporcionan sus preciosas páginas. Esas personas nos dicen que la sociedad no es la misma ahora que la de entonces; que la Humanidad ha realizado progresos; que ha habido tal desarrollo de los poderes de la naturaleza, de los recursos de la ciencia y de las aplicaciones de la filosofía que sostener la suficiencia y supremacía de la Biblia en una época como la actual, sólo puede ser tildado de bagatela, ignorancia o tontería.

Ahora bien, aquellos que nos dicen estas cosas pueden ser personas muy inteligentes e instruidas, pero no tenemos ningún reparo en decirles que, a este respecto, yerran “ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29).

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La separación del mal es el principio divino de la unidad

La unidad es una necesidad presente ante el avance del mal

Todo cristiano sensato siente hoy la falta de unidad. Todos sentimos el poder del mal que nos acecha. Las seducciones del pecado se aproximan tan cerca, sus rápidos y gigantescos progresos son tan evidentes, y afectan de una manera tan íntima los sentimientos particulares que caracterizan a toda clase de cristianos, que no es posible que sean ciegos a lo que pasa alrededor de ellos, por poco que aprecien la verdadera fuerza y el carácter de este mal.

Mejores y más santos sentimientos también despiertan en ellos la conciencia de un peligro común que los amenaza, peligro que amenaza la causa de Dios —en tanto ésta es confiada a la responsabilidad del hombre— por parte de aquellos que nunca ahorraron ni ahorrarían esfuerzos por destruirla. Y dondequiera que el Espíritu de Dios obre para hacer apreciar a los santos la gracia y la verdad, esta acción tiende y conduce a la unión, porque no hay más que un solo Espíritu, una sola verdad y un solo cuerpo.

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La perseverancia final. La seguridad eterna del creyente

El tema de la perseverancia final, si bien, a nuestro juicio, es un tema muy simple, ha dejado perplejas a muchas personas; y las cuestiones que Ud. trae a nuestra consideración, así como los pasajes de la Escritura que aduce, prueban abundantemente que su mente no está del todo clara ni definida acerca de este punto. Sin embargo, es posible que Ud. tenga por objeto más bien ser útil a otros que instruirse a sí mismo, provocando una discusión de esta doctrina, a la luz de la Palabra.

En cualquier caso, siempre será una bendición para nosotros compartir con nuestros lectores y con nuestros corresponsales la luz que el Señor, en su gracia, ha tenido a bien comunicarnos sobre temas que son de interés común para todos aquellos que aman la verdad.

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El amor es el poder que reúne

dios como amor y luz

El amor de Dios en Cristo no es solamente un objeto que reúne, sino que es una actividad que reúne. El amor necesita un objeto; actúa y se manifiesta. Así es cómo Dios ha actuado. El concepto de Dios que el paganismo ha elaborado es totalmente distinto. Éste concibe las profundidades silenciosas del propio conocimiento como mero intelecto, aunque supone erróneamente que la materia es igualmente eterna, y que recibe de Dios nada más que forma; pero que entonces vino a ser activo para generar pensamientos y, objetivamente complacido con ellos, vino a ser activo en creación para producirlos según verdad. Con este esquema, los paganos con razón hicieron de las primitivas tinieblas la madre de todas las cosas. Pero tal no es nuestro Dios.

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La doctrina de la eleccion puesta fuera de su lugar

“No reducirás los límites de la propiedad de tu prójimo, que fijaron los antiguos” (Deuteronomio 19:14).

“Quitad los tropiezos del camino de mi pueblo” (Isaías 57:14).

¡Qué tiernos cuidados y qué benigna consideración exhalan de estos pasajes! Los antiguos límites no debían ser movidos de su lugar; pero los tropiezos sí debían ser quitados. La heredad del pueblo de Dios debía permanecer enteramente y sin modificación alguna, mientras que los tropiezos debían ser diligentemente removidos de su camino. La porción que Dios le había dado a cada uno debía ser gozada, mientras que, al mismo tiempo, el camino en que cada uno era llamado a andar, debía mantenerse libre de toda ocasión de tropiezo.

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